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FERGUS NILAND, DE IRLANDA A BÉRGAMO, PASANDO POR LOS CAMPOS ELÍSEOS PARA DISEÑAR EL MAILLOT AMARILLO

Carlo Brena

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Santini

El caso del diseñador de Santini al que la vida ha llevado a Bérgamo, donde ha descubierto una familia dentro de una empresa. Un puñado de bicis en el garaje, el armario a reventar de maillots y uniformes, y la inspiración que encuentra cuando pedalea por las colinas bergamascas o cuando entra en la oficina de Pietro Santini, quien fundó en 1965 la empresa que hoy tiene el honor de vestir el maillot amarillo del Tour de Francia.

Quién sabe si el joven Fergus, cuando diseñaba los primeros uniformes para su club deportivo, un poco por diversión y un poco por atracción fatal, imaginaba que se sentaría un día en el laboratorio creativo de una de las empresas de referencia de su deporte favorito. No, probablemente no, pero la vida es así: llena de sorpresas. Este hijo de la tierra de San Patricio, apenas salido de la Escuela de Arte de Dublín, se lanzó en cuerpo y alma a la vida del artista, como un joven bohemio irlandés, para después afrontar la cotidianidad y aceptar un trabajo como diseñador de ilustraciones arqueológicas que lo ocupó durante cuatro años en los campos de su amada isla. Sin embargo, ya se sabe que la vida está llena de sorpresas, Como aquella vez en la que decidió participar en el concurso para diseñar el uniforme de un nuevo equipo de ciclismo profesional, una competición de la que saldrá vencedor y que le permitirá conocer a las hermanas Santini: «¿Quieres venir a trabajar con nosotros a Bérgamo?». Si habéis leído hasta aquí, supondréis que la respuesta fue afirmativa.

Dejar todo y abandonar las verdes colinas de Irlanda para aceptar un nuevo desafío en un país tan diferente y tan lejano. «I'm an alien, I'm a legal alien, I'm an Englishman in New York» cantaba Sting, «pero yo nunca me he sentido un extraño: en Bérgamo he encontrado un ambiente extraordinario, un clima familiar y relajado, aunque una cosa me había quedado clara desde que llegué: ¡tenía que aprender italiano!» y Fergus sonríe mientras lo cuenta peinándose el bigote con los dedos largos y cuidados.

Así pues, con su carácter esquivo y delicado, pero incansablemente curioso, en 2011 asume las riendas gráficas de Santini, la fábrica de maillots que viste al ciclismo de élite desde hace más de cincuenta años, y si alguien le pregunta si siente un cierto peso sobre los hombros, él responde con seguridad: «¿Que si siento la responsabilidad? Claro. Es la imagen de un nombre que se imprime en las prendas que terminan en todo el mundo y aquí hay que respetar más de medio siglo de historia». Sin embargo, es algo más que sentirse pequeñito en la parte estratégica de la empresa, es algo insondable y difícil de hacer aflorar, que solo quien vive este papel con dedicación shakespeariana consigue imaginar: «Mi deber es dar respuesta a las necesidades de los ciclistas, debo darles las prendas que les hagan sentir bien cuando pedalean. Yo me levanto por la mañana con la idea de resolver los problemas del ciclista». Es una dulce obsesión la que invade a Fergus, pero lo hace conscientemente un hombre afortunado. «Trabajar en Santini para mí es un privilegio: al comienzo de mi carrera en Irlanda, realizaba bocetos de las prendas que después enviaba al productor, y ahí es donde terminaba mi trabajo, del que perdía toda la pista: él fabricaba los maillots y los culotes y se los enviaba al club. Nada más. Yo pasaba al siguiente boceto –cuenta moviendo las manos como haría un italiano–, mientras que aquí en Santini hago los diseños y después bajo a producción diez veces al día: hablo con las personas, les pregunto lo que piensan, ellos me dan sus opiniones, que para mí son importantes, y veo cómo nacen las prendas y se transforman con nuestras manos». Fergus dice que esto es pura magia, ya que en la fábrica hay decenas de personas que a lo largo de su vida en la empresa han cosido los maillots de Bugno, Pantani y quién sabe de cuántos otros campeones: «Soy consciente de que esta es una oportunidad única». Y con una pronunciación que cada vez se vuelve más musical, confiesa: «A veces me siento un poco como Alicia en el país de las maravillas». Sin embargo, ya se sabe que la vida está llena de sorpresas.

En casa tiene un garaje con cinco bicicletas, dos armarios llenos a rebosar de prendas de ciclismo y el ciclocomputador que roza los 15 000 km al año diseñados con las colinas de Bérgamo: pedalear es su segunda fuente de inspiración. «La primera es hablar con el señor Santini, Don Pietro: a veces me siento en su oficina, le hago una sola pregunta y él inicia un relato lleno de colores y formas, de un ciclismo que ya no existe, pero que está increíblemente lleno de matices». En esas charlas exclusivas, Fergus Niland encuentra el sentido a lo que hace, como un masaje creativo o una sesión regeneradora. A sus espaldas tiene un decenio de trabajos y el desarrollo de cientos de prendas, pero confiesa que no tiene un maillot preferido. Es un poco como Enzo Ferrari, que decía que su coche favorito era uno que todavía estaba por fabricar: «La parte más bella de mi trabajo es el proceso creativo de la prenda; cuando se confecciona "lo veo superado", porque ya estoy pensando en la siguiente». Ese atisbo de insatisfacción es una fuente de novedades.

La jornada de Fergus transcurre sin problemas, llena de bocetos de colecciones y detalles por atender, está llena de sorpresas, y un día llega lo que todo el mundo esperaba: «¡Nos han elegido en el Tour!» «El Tour, el Tour...», resuena en los pasillos de Santini. La noticia no lo altera: «Lo recuerdo como una gran emoción, pero sin ninguna carga de tensión; más bien la familia Santini y yo nos miramos a los ojos, conscientes de nuestras competencias: era un desafío que nuestra empresa podría superar».

Y aquí está el maillot amarillo nacido en las instalaciones bergamascas de Santini: «Desarrollamos una prenda muy técnica. No en vano el mundo de la competición está en nuestro ADN, pero sin ceder a fáciles tentaciones estéticas: como dicen en Francia, "le maillot est le trophée"». Sí, el trofeo es el maillot en sí, y no se puede modificar un icono del ciclismo, «aunque lo hemos adornado insertando en el interior de los cuatro maillots la historia de cada uno de ellos para que no se pierda la memoria de aquel ciclismo que hemos heredado todos –destaca Fergus–. Ver a los corredores subir al podio de París el próximo mes de julio llevando estos maillots será una declaración de amor para todos los que trabajan aquí en Bérgamo: será el sentido que damos a nuestra participación en Santini».

Son frases pronunciadas con la solemnidad de quien debe vestir al próximo vencedor del Tour de Francia, y que se levanta cada mañana con la entretenida fijación de resolver los problemas a los ciclistas que hay en nosotros. Y quién sabe qué más pasará de aquí a los Campos Elíseos. «Porque, como ya se sabe, la vida está llena de sorpresas». Fergus sonríe, porque es exactamente así.

Carlo Brena
Nacido en la segunda mitad del siglo pasado, a los 30 decidió hacerse periodista deportivo para dar un sentido a su vida. Desde entonces, comenzó a envejecer de manera precoz, pero feliz. Fundador de LDL COMeta, agencia de comunicación de deportes al aire libre, en estos años ha tenido tiempo de finalizar un par de Ironman y alguna que otra competición MTB, de esquí de travesía, de fondo y maratones, además de formar una familia con Mirella, con quien tiene dos hijos.
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